Ramón, Ainhoa y Cloe se encontraban sentados a la mesa terminando de merendar cuando Olga entró por la puerta, tomó asiento y se dirigió ellos diciéndoles que había encontrado una empresa de renovación artística de mobiliario en Valencia. Al escuchar esto, algo cambió en el interior de las cuatro sillas y la mesa del comedor. Se miraron entre sí, y al igual que Olga y su familia, quisieron aferrarse a la esperanza de que una nueva vida para ellas podía ser posible. Por sus vetas corría la savia cordobesa, igual que la sangre que corría por las venas de Olga, quién sentía que con ellas había logrado traerse un trocito de su querida tierra hasta Madrid, y no iba a renunciar fácilmente a ellas.
Una noche, un joven llamado Juan Vicente apareció en su casa, les dio varias vueltas y comenzó a desmontar la mesa. Había llegado el día de ir a Valencia. Nunca antes se habían sentido tan bien. La mesa se divertía al ver a las cuatro sillas ya restauradas,presumir de los diferentes y bonitos colores con las que había tapizado sus respaldos y asientos, y lloraba de alegría por cada pincelada que sobre su superficie se dibujaba.
Y llegó el ansiado día de reunirse otra vez con su familia. De nuevo respirando el olor de la sierra, sintieron al llegar a casa las manos y risas de las niñas. Volvían a escuchar el sonido de sus pies descalzos al juguetear a su alrededor, y la voz serena de Ramón. Y sentían como una caricia la infinita sonrisa de Olga.
Se encontraban profundamente dichosas de volver a su hogar, y sobre todo de tener la certeza de que Ramón y Olga son de esa clase de personas que ven más allá, que saben apreciar el alma de los objetos y todas las historias que estos aún pueden contar. Sin duda uno de los mejores legados que atesorarían y recordarían para siempre Ainhoa y Cloe.
Número de serie: -430-, -431-, -432- y -433-
Material: Madera de haya.