Había una vez una puerta que era feliz recibiendo a la gente, y aunque pasaba a veces mucho frío y otras veces demasiado calor, le gustaba tanto ser quien diera la bienvenida a los que entraban en su casa que no lo soportó durante muchos muchos años. El viento, la lluvia, el sol..hicieron mella en su piel de madera y terminó rodeada de polvo en un viejo almacén.
Un día Ana nos pidió un encargo muy especial, quería usar como mueble recibidor y espejo en la entrada de su casa, una antigua puerta, quería una puerta en la que se vieran bien patentes las marcas del paso del tiempo, una pieza con solera a la que añadir luego un pequeño estante y un espejo. Buscamos por Valencia y los pueblos de alrededor alguien que vendiera una puerta para Ana. Al final en un antiguo almacén de Rafelbunyol dimos con ella. Al pasar la mano por ella se desprendían los restos de pintura, palpábamos cada una de sus vetas y sus grietas, callada la puerta nos decía que había vivido ya tanto. Nos pusimos manos a la obra, le retiramos los restos de pintura, queríamos verla al natural pero no tapamos sus supuestos defectos, los enfatizamos y le dimos un efecto decapado con pintura blanca en algunos sitios estratégicos, dejando ver su bonita madera.
Hoy la puerta recibe a los invitados y familia de Ana en Madrid, pero esta vez protegida de las intemperies del tiempo. Además tienen el privilegio de reflejar las sonrisas de los que nada más entrar la ven. Es sin duda una pieza única, con alma, y con una gran suerte de que Ana se cruzara en su camino.
Número de serie: -410-
Material: Madera maciza, espejo.