Había una vez un aparador que esperaba impaciente a que alguien lo comprara, lucía orgulloso cerca de la entrada de una tienda conocida como “Muebles Protos”. Ana María siempre había querido comprarse los muebles allí y con motivo de su boda por fin había llegado el momento. Aunque dudó al comprar otras piezas para la casa, tenía claro que ese sería el mueble que estaría en su comedor. Era el año 1972.
Dos años después, la familia se mudó de piso y en su nuevo hogar ya no había sitio para él, pero ella le tenía reservado un lugar en la casita de veraneo de la familia, donde pasó cuatro décadas siendo expositor de las distintas figuras que por él fueron pasando, y recolector de multitud de cosas diversas.
Pero conforme pasaban los años, su dueña se percataba de que el mueble se iba deteriorando. Ella había luchado incansable contra la carcoma, que poco a poco y de forma silenciosa iba dejando pequeñas huellas a su paso. Un día, Ana decidió darle una segunda oportunidad a este mueble que con tanto cariño y durante tanto tiempo había estado a su lado.
La pieza, agradecida por la segunda vida que le habían concedido, aseguró recibir siempre con su mejor cara a la familia de Ana. Ya eran cuatro las generaciones que habían podido conocerlo, y ahora serán muchas más las que conocerán la historia que guarda detrás. Y es que Ana sabía que este mueble guardaba algo muy importante para su familia, los recuerdos de toda una vida y la gran lección que dejará a sus hijos y nietos: “las cosas, igual que las personas, merecen que las cuidemos con el mayor mimo y respeto, porque sólo así permanecerán siempre a nuestro lado”.
Número de serie: -246-
Material: Madera de haya.